En la década de 1980, la identificación del VIH como la causa del SIDA tuvo un impacto significativo en la nutrición. El virus afectó directamente la ingesta de alimentos y la absorción de nutrientes, ya que los síntomas, como pérdida de apetito y diarrea, eran comunes. La gestión nutricional se volvió esencial para abordar la malnutrición y mantener la fuerza del sistema inmunológico en pacientes con VIH/SIDA. Profesionales de la salud se centraron en estrategias dietéticas para mejorar la calidad de vida y combatir los desafíos alimentarios asociados con la enfermedad.
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