Salud Pública - Publicado el 16 de diciembre de 2019
En Argentina, un grupo de investigadores cuestiona la Canasta Básica de Alimentos
ecaimiento, debilidad, sueño irregular, sed constante, sudoración distinta, atrasos en su período menstrual. Esos fueron algunos de los síntomas de Florencia Demarchi tras pasar tres meses comiendo la Canasta Básica Alimentaria (CBA) con la que el Indec mide la pobreza. Pasó de pesar 60 kilos, a 55. Estaba al límite del bajo peso. Su densitometría mostró una pérdida de masa grasa.
No tuvo mucha opción. En una decisión conjunta con el equipo Czekalinski, debió salir del grupo de voluntarios cordobeses que busca analizar –poniendo el cuerpo– los efectos de alimentarse con una canasta básica cuestionada no sólo por su composición –puro pan y fideos, escasa carne, frutas o legumbres– sino también como medida única para determinar quién es pobre o indigente en Argentina.
“Yo no lo percibía, pero la gente me veía la cara, los brazos… se notaban los huesos… ya no podía perder más peso sin que se comprometiera mucho mi salud… hubo que dejar”, dice Florencia, quien por su profesión –nutricionista– disponía de los conocimientos para preparar, racionar y planificar su alimentación en base a la CBA. "Imaginá los que no cuentan con esos recursos", grafica.
“Estar pensando todo el tiempo en eso me quitaba tiempo y energía. Generaba malestar, así como no tener poder de decisión sobre qué comer, cuándo y cómo… sentís que te quitan ese derecho, aun siendo voluntaria. Eso me hizo generar empatía con las personas a las que les pasa eso.
“Las sensaciones fueron muchas y fueron mutando… tristeza, frustraciones, bronca, aburrimiento, dolor… pero ninguna partía desde el hambre. Comer pan todo el tiempo es aburrido, comer todo blanco es aburrido. Pensar todo el tiempo qué podes comer mañana es triste. Sentirte limitado, no poder elegir te enoja. Verte en desigualdad frente al que sí puede elegir, también te enoja. Pensar que eso es el día a día de 17.630.387 personas, duele”, reflexiona Claudia, la otra voluntaria cordobesa que pasó tres meses comiendo la CBA.
El investigador Martín Maldonado, voluntario de CBA y coordinador del equipo Czekalinski, es contundente: "Los funcionarios encargados de medir la pobreza en Argentina ya saben de nosotros, saben que estamos comiendo la Canasta Básica Alimentaria hace tres meses y saben que la canasta es insuficiente a nivel nutricional y obsoleta como parámetro de medición de pobreza".
Nunca nadie había comido hasta ahora esos productos, de una canasta que se adivinaba insuficiente y desequilibrada.
Los voluntarios se realizaron en el Sanatorio Allende los primeros estudios para determinar su estado, su masa corporal, su masa ósea, etcétera. Lo hicieron a los tres meses, y luego al final del proyecto, para medir los resultados. También hay sostén de nutricionistas, médicos comunitarios, psicólogos y otros especialistas.
Además de los seis voluntarios de la canasta básica, el proyecto incluye seis personas que comen igual que siempre –es el denominado “grupo de control”– y otras seis que seguirán la Guía Alimentaria para la Población Argentina (Gapa), la recomendación oficial del Ministerio de Salud para una alimentación saludable. O sea, lo que en realidad debería comer la población, que cuesta al menos 50 por ciento más que la canasta básica.
El proyecto Czekalinski busca demostrar los efectos de comer una canasta que se adivina obsoleta, pero también proponer una medición multidimensional de la pobreza, tal como sucede en otros países.